Gobierno de terra y dictadura
CONSECUENCIAS DE LA CRISIS DEL 29 EN EL MUNDO
https://es.slideshare.net/OCHOAHERNAN/regimenes-totalitarios-en-europahttps://www.youtube.com/watch?v=Sdiynpf5n8E
https://www.youtube.com/watch?v=ATlfeflqQ7I
TERRA Y EL GOLPE DE ESTADO DE 1933
LA PRIMERA PRESIDENCIA DE TERRA
LAS ELECCIONES DE 1930
En medio de la crisis económica y con la fragmentación partidaria ya mencionada concurrieron los partidos a las elecciones de noviembre de 1930.El Partido Colorado presentó tres candidatos a presidente y la novedad era que el Batllismo se dividió en dos tendencias. Un sector batllista promovió a la presidencia a Gabriel Terra; otro sector, que tenía el respaldo del diario “El Día” manejado por los hijos del fallecido Batlle y Ordóñez (César, Lorenzo y Rafael), apoyó a Federico Fleurquin. El tercer candidato colorado era la del riverista Manini Ríos. El Partido Nacional llevaba dos candidaturas presidenciales: Luis Alberto de Herrera y Eduardo Lamas.
Triunfó el Partido Colorado y dentro de este el sector batllista que postulaba a Terra. La ventaja del P. Colorado sobre el P. Nacional aumentó en comparación con la anterior elección. Las consecuencias fueron graves para los nacionalistas porque los dos sectores que lo formaban intercambiaron críticas y finalmente, en 1931 el sector contrario a Herrera, los “nacionalistas independientes”, se separó y hasta 1958 votó fuera del lema.
Gabriel Terra
TERRA CONTRA EL CNA
Apenas asumido el cargo (marzo de 1931), Gabriel Terra se negó a concurrir a las reuniones de la Agrupación Colorada de Gobierno, el órgano donde los diferentes sectores del partido coordinaban su acción gubernamental. Era evidente que el presidente quería gobernar por su cuenta y no quería subordinar su actuación a las decisiones partidarias. Además nombró ministros de todas las fracciones coloradas, desconociendo el peso decisivo del batllismo en su elección. Las relaciones con los “batllistas netos” (los hijos de Batlle y Ordóñez y el diario “El Día”) fueron cada vez más tensas. El presidente se rodeó de dirigentes antibatllistas, y los batllistas, que tenían la mayoría del Consejo Nacional de Administración (cuatro en seis consejeros colorados), comenzaron a cuestionar las decisiones del presidente Terra. Las diferencias políticas internas del P. Colorado se trasmitían a los órganos de gobierno: un enfrentamiento entre el Presidente y el CNA.
Además en el Senado había una mayoría del P. Nacional, mientras que en diputados la representación proporcional y la paridad en las diversas listas no permitía a nadie tener una clara mayoría. Todos los órganos parecían estar enfrentados y se neutralizaban uno al otro. Desde diversos sectores se comenzó a exigir un “gobierno fuerte” y efectivo.
El Comité de Vigilancia Económica, donde se nucleaban los sectores más poderosos de la economía, encabezó esos reclamos. Y sus críticas aumentaron cuando el CNA tras un acuerdo entre los batllistas netos y los nacionalsitas independientes tomó medidas para enfrentar la crisis.
Esas medidas, de las que ya hablamos anteriormente, surgieron del acuerdo de octubre de 1931 entre el batllismo neto (con mayoría en el CNA) y los nacionalistas independientes (con importante representación en el Senado). El acuerdo (el pacto del chinchulín lo llamó Herrera), implicaba una cuotificación política de los directorios de los entes autónomos (dos tercios para la mayoría colorada y un tercio para la minoría nacionalista). Y el reparto de los cargos públicos entre los dos sectores acuerdistas. Este reparto, más el impuesto a los sueldos, hizo impopular al CNA y favoreció a los sectores conservadores que se oponían a él.
En setiembre de 1931, siete meses Después de asumir la presidencia, Terra inició una campaña para reformar la constitución. Comenzó recorriendo el interior del país, donde era menor la influencia del batllismo neto, logrando la adhesión de los enemigos del colegiado y de la política reformista. Como el sistema de reforma constitucional era muy largo, Terra consideraba que se debía recurrir a un plebiscito directo, una forma rápida de “salvar al país”.
La campaña para reformar la constitución se incrementó con el paso de los meses y a medida que la depresión se hizo sentir más en los bolsillos de los ciudadanos. En el discurso de Terra se asoció cada vez la reforma de la constitución con la “salvación nacional”. Era evidente que Terra y quienes lo apoyaban quería “desempatar” la situación política eliminando la influencia en el gobierno de los batllistas netos.
Pero para cambiarlo por la vía legal no tenían mayoría. En las sombras se iba gestando el cambio por medio de la fuerza; tanto los sectores empresariales, como el riverismo y el herrerismo, presionaban a Terra para que este se definiera. En marzo de 1933 Terra se definió.
EL GOLPE DE TERRA
En los primeros meses de 1933 la campaña a favor de una reforma de la constitución de cualquier manera y al costo que fuera se hizo virulenta. Los sectores conservadores utilizaron sus diarios para difundir sus críticas a la constitución y al CNA. El herrerismo trató de llegar especialmente al sector rural, su tradicional sector de apoyo. Para eso, y explotando los problemas del campo (al endeudamiento que se había estado generando desde años anteriores se le sumó la langosta), impulsó una “marcha sobre Montevideo”. Incitando la tradicional rivalidad de la campaña con la capital mostraba a Montevideo, tradicional baluarte batllista, como un lugar corrupto, desde donde se gobernaba en forma absurda al interior. Y hasta se hacía referencia a la marcha de los fascistas sobre Roma que había dado el poder a Mussolini hacía diez años atrás: “Italia se hallaba como se halla hoy nuestro país, antes de la Marcha sobre Roma. Desorden, caos, corrupción, política pestilente, desorganización social, ruina... Y bien ¿porque no hacer nosotros una marcha sobre la ciudad corrompida, esta capital nuestra que, indiferente al dolor del país, se apresta para las fiestas del verano y del carnaval?”
En diciembre de 1932 se había iniciada la prédica para hacer la marcha en forma pacífica: vengan en silencio, con los brazos inertes, no habrá sangre, expresaba “La Tribuna Popular”. Pero en febrero de 1933 el planteo era más agresivo: “Marchar sobre Montevideo!... Montevideo sibarita y materializada, residencia oficial del colegiado, nido de los políticos rapaces que venden leyes por empleos. Montevideo, egoísta y sensual... ¡Sí,marcha sobre Montevideo, con armas o sin ellas..!” se leía en un artículo de “El Debate”.
EL GOLPE Y SUS CONSECUENCIAS
Otros hechos sucedían en marzo de 1933 que también prepararon el camino hacia el golpe. El presidente Terra, en mensaje a la Asamblea General advertía que estaban por llegar los días de mayor crudeza de la crisis económica. La desocupación había llegado a niveles altísimos, el estado estaba atrasado en el pago de las pensiones a la vejez, y la Intendencia de Montevideo debía los salarios de diciembre. La falta de moneda extranjera impedía a muchas empresa importar materia prima para industrializar y las compañías importadoras de derivados del petróleo hacían un boicot que casi paralizaba al país.
El diputado socialista Líber Troitiño, analizando el agravamiento de la crisis, advertía que los sectotres poderosos estaban apoyando en todo el mundo los gobiernos de fuerza para someter e los trabajadores y hacerles pagar la crisis: “...estos poderosos que aceptaban la democracia, que aceptaban cualquier sistema político cuando ganaban el 30 o 40% en sus negocios, ahora lo rechazan porque no pueden ganar más que el 4 o 5%”.
La “marcha sobre Montevideo” promovida por los sectores conservadores se fijó para el día 8 de abril. Para organizarla se conformó una comisión donde se encontraban los dirigentes de los grupos de presión emprasarial, políticos de reconocida militancia antireformista y hasta militares retirados. Aparecían apellidos vinculados a las familias más ricas: Romay, Ortiz de Taranco, Butler, Peirano, Bordaberry, Santayana, entre otros. A través de conferencias dadas en Radio Montecarlo (propiedad de los Romay) se fue preparando la marcha.
El día 29 de marzo el Ministerio del Interior realizó un comunicado anunciado que se tomarían enérgicas medidas para que la marcha del día 8 se realizara con normalidad. En esos días se rumoreaba que los sectores colegialistas harían todo lo posible para sabotear la marcha; esos rumores daban pie al gobierno para tomar esas medidas. Al día siguiente, 30 de marzo, en “El Día” se publicó un manifiesto firmado por las figuras más importantes del batllismo neto. En él se expresaba que: “Todas las fuerzas oscuras de la reacción y el despotismo se coaligan para destruir la obra de paz, de libertad y de justicia que hemos realizado al precio de tanto esfuerzo, de tanta sangre y de tanto dolor.”
La respuesta deTerra no se hizo esperar.
Los sucesos del 30 y el 31 de marzo de 1933.- En la tarde del 31 de marzo el presidente Terra dirigió un mensaje a la Asamblea General comunicando una serie de medidas extraordinarias que se tomaban para evitar desórdenes:
1) Censura previa de la prensa que atribuya propósitos dictatoriales al gobierno.
2) Intervención de las cárceles para evitar la fuga de delincuentes (otro rumor que circulaba decía que los colegialistas soltarían a los presos para crear un clima de inestabilidad el día de la marcha).
3) Intervención policial de UTE y las aguas corrientes para asegurar los servicios telefónicos y telegráficos y el suministro de energía eléctrica y agua.
Ese mismo día Terra se instaló en el Cuartel de Bomberos con una importante fuerza policial. Mientras tanto la Asamblea General, en la madrugada del día 31, rechazó las medidas tomadas por el presidente y exigió que las levantara.Votaron esta resolución los representantes batllistas netos, nacionalistas independientes, cívicos, comunistas y socialistas. Se opusieron, o sea que apoyaron las medidas de Terra, los terristas , los riveristas y los herreristas. Terra mantuvo las medidas y además resolvió:
- disolver al Consejo de Administración Nacional;
- disolver a la Asamblea General;
- encarcelar a los dirigentes políticos opositores;
- formar una Junta de Gobierno integrada por representantes de los sectores políticos que lo apoyaban. Esta Junta de Gobierno asesoraría al presidente y formaría una lista de nombres para formar una Asamblea Deliberante que reformaría la Constitución. El golpe había sido dado.
Estas medidas fueron seguidas por otras que tenían el propósito de ganarse el apoyo popular:
- reducir los grandes sueldos y las jubilaciones de los adinerados;
- la nueva Asamblea Deliberativa tendría menos integrantes que la disuelta Asamblea General;
- reducir el número de los directores de los entes del estado.
En el plano político apoyaron el golpe de Terra sus allegados provenientes del batillismo, los grupos colorados antibatllistas (riveristas, sosistas y vieristas), y el herrerismo que era la mayoría del P. Nacional. Estuvieron en contra los batllistas netos, los nacionalistas independientes, el Partido Socialistas y el Partido Comunista. Se dio así un corte dentro de cada partido tradicional, cosa que no era nueva, lo que demostraba la escasa vinculación ideológica que tenían quines votaban bajo un mismo lema.
El golpe fue dado con apoyo de la policía y de los bomberos; no hay participación militar, aunque resulta obvio que sus mandos debieron ser consultados por Terra antes de embarcarse en un golpe de estado., asegurándose al menos la neutralidad del ejército. La mayoría de los oficiales eran colorados riveristas, por lo que debemos suponer que veían con buenos ojos el desplazamiento del batllismo del poder.
Brum, momentos antes de suicidarse
Las medidas de quienes se oponían al golpe de estado fueron escasas y carentes de eficacia. La prensa se vio maniatada por la censura previa, muchos dirigentes fueron detenidos o salieron del país, los sectores políticos contrarios al golpe estaban divididos y lo mismo sucedía con los sindicatos. No había un plan sólido y coherente para enfrentar al golpe y Terra se impuso tan sólo con el apoyo de la policía. La Universidad fue un centro de agitación antigolpista pero su incidencia era reducida y tan sólo se evidenció en el paro estudiantil decidido por la FEUU (Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay).
A esto hay que agregar la apatía popular. Las razones pueden ser varias: indiferencia y cansancio de la actividad política, preocupación por los problemas económicos cotidianos que los sectores populares no vinculaban con los sucesos políticos, apoyo a una “salida” sin detenerse a pensar cual era esa salida. Los historiadores Caetano y Jacob señalan que también influyó en la apatía la “preparación del golpe” a través de la prensa, lo que hizo que se tomara como algo normal y lógico: “Se quería -y de allí buena parte de la campaña periodística previa -que el golpe de Estado apareciera como un fenómeno que había madurado tanto, que al producirse finalmente, no podía provocar mayor impacto en la opinión pública”.
La prensa adicta al régimen (que no tenía censuras para atacar a los sectores desplazados del gobierno) se encargó de resaltar el lleno total del auditorio del Sodre o la gran concurrencia que el día 2 de abril tuvo un partido entre Peñarol y Flamengo en el Estadio Centenario.
Todo parecía normal. Sin embargo dos hechos de sangre empañaron la “normalidad” que querían los golpistas: la muerte del diputado Julio Cesar Grauert y el suicidio del ex-presidente Baltasar Brum. Grauert se tiroteó con la policía, fue herido y detenido. Al no recibir atención médica murió. Brum no permitió que la policía lo detuviera y se suicidó frente a su casa, marcando con su gesto el rechazo a la dictadura de Terra.
LA DICTADURA TERRISTA
ORGANIZANDO LA DICTADURA
El presidente, mientras reprimía a la oposición con la carcel, el destierro y la censura de la prensa, recuperó la conducción económica que desde 1919 le correspondía al Consejo Nacional de Administración. Disuelto este y el Parlamento, la autoridad se concentró en Terra y sus ministros.
Deseoso de legitimar rápidamente su actuación, Terra convocó a elecciones para elegir una convención constituyente que se encargara de redactar una nueva constitución que permitiera “hacer constitucional” el gobierno que estaba ejerciendo “de hecho”. El 25 de junio de 1933 se realizó la elección de convencionales, con una abstención del 42% de la ciudadanía. No presentaron listas el batllismo, el nacioinalismo independiente y el P. Soicialista, considerando que si lo hacían estaban convalidando lo actuado por Terra. El 25 de agosto se instaló la Convención Constituyente, presidida por el ex-presidente Juan Campisteguy. La Convención elaboró una constitución que se adecuaba a los intereses de los grupos mayoritarios en su seno: terristas y herreristas. Fue plebiscitada y aprobada en abril de 1934 y ese mismo año entró en vigencia.
La constitución de 1934 presentaba importantes innovaciones con respeto a la de 1919:
El Poder Ejecutivo: estaba integrado por el Presidente que podía actuar con sus ministros formando el Consejo de Ministros. Había 9 ministros: 6 del partido que ganara las elecciones y 3 de la minoría.
El Poder Legislativo: se mantenían las dos cámaras. La de Senadores se componía con 30 miembros (más el vicepresidente), 15 por la mayoría y 15 por la minoría mayor (el sublema más votado del segundo lema). La de Diputados tenía 99 miembros por representación proporcional.
Se creaban nuevos órganos de contralor: el Tribunal de lo Contencioso-Administrativo, el Tribunal de Cuentas y la Corte Electoral.
Los directorios de los entes autónomos serían designados por el Presidente con la venia del Senado.
Sufragio: se ampliaba el número de votantes incorporando a la mujer y facilitando la ciudadanía de los extranjeros.
Nuevos derechos: se ampliaba la declaración de derechos incorporando los derechos sociales y económicos como enseñanza, trabajo, seguridad social, vivienda, huelga, etc.
Había una disposición transitoria según la cual el próximo presidente no sería elegido por la ciudadanía sino por la propia Convención Constituyente, aunque sería sometido a plebiscito (si o no). La Convención eligió a Terra para que fuera el presidente durante el período 1934-1938 y el plebiscito lo confirmó en el cargo. El mismo día que se plebiscitó la constitución y el presidente, también se eligieron senadores y diputados. Los batllistas netos y los nacionalistas independientes no presentaron candidatos y por lo tanto no integraron el parlamento.
LA SEGUNDA PRESIDENCIA DE TERRA
Este gobierno se caracterizó por una postura conservadora moderada y pragmática. A pesar de los anuncios del terrismo sobre profundas reformas (la propaganda del régimen hablaba de la “revolución de marzo” y de la “tercera república”), la realidad nacional e internacional obligó al gobierno a desarrollar una política moderada.
Quiso beneficiar a los sectores económicos que lo apoyaron y que en definitiva eran quienes habían promovido el golpe: los ganaderos, los bancos, las empresas extranjeras. Pero a pesar de la actitud antiestatista de los sectores empresariales, la crisis económica obligó al gobierno de Terra a seguir la misma política de los otros países latinoamericanos: intervención estatal, política de sustitución de importaciones por industrias nacionales, proteccionismo aduanero. Además los sectores económicos que actuaban como grupos de presión tenían intereses diversos y no siempre lograban ponerse de acuerdo. Esto permitió que la “clase política” mantuviera cierta independencia para tomar resoluciones y permitió al estado mantener su papel activo en la economía.
Sin embargo hay una diferencia con el período anterior: si bien el estado mantiene su intervención en la economía y en algunos casos la reafirma, en general se detiene el “reformismo batllista”. La extensión de las empresas del estado fue limitada por la propia constitución aprobada en 1934, que estipulaba mayorías especiales en las cámaras para la creación de nuevos organismos estatales. Para integrar los directorios Terra designó a figuras que provenían de las empresas privadas, interesados en detener el estatismo. Además la llamada “ley Baltar” de 1936 impedía que los entes del estado formaran monopolios por decisión de sus directorios. Dicha ley lleva el nombre del diputado riverista que la propuso y apuntaba contra ANCAP, porque, de acuerdo a la ley que creó a este organismo estatal, podía establecer el monopolio de las importaciones de petróleo cuando la refinería produjera la mitad de la nafta consumida en el país. La presión de las empresas petroleras multinacionales, obtuvo como resultado la ley Baltar que impedía que se constituyera ese monopolio estatal y las filiales de la Standard Oil y de la Shell pudieron seguir vendiendo combustible dentro del Uruguay.
Sobre el régimen terrista hubo influencias ideológicas internacionales. Los sectores conservadores estaban deslumbrados por la eficiencia y la disciplina del fascismo italiano y del nazismo alemán. La cúpula del gobierno también observaba con simpatía al falangismo español.
OBRA ECONOMICA
El contralor del comercio exterior.- En este aspecto se mantuvo el dirigismo estatal implantado por el Consejo Nacional de Administración antes de se disuelto. Este organismo había resuelto que la compra y venta de moneda extranjera se debía hacer a través del Banco República, que, permitía al estado quedarse con la diferencia entre las cotizaciones de compra y venta.
En noviembre de 1934 el gobierno de Terra aprobó un “Plan de Reajuste Económico y Financiero”. Este plan incluía el control por parte del estado de la compra y venta de moneda extranjera a través de la Comisión de Contralor de Exportaciones e Importaciones. Este organismo tenía la finalidad de controlar los destinos y procedencias de las mercaderías que el país vendía o compraba. También era el encargado de dar los permisos para las importaciones, por lo tanto se mantenía una política proteccionista: el estado decidía que productos convenía que ingresaran del exterior y cuales no. Además se encargaba de distribuir las divisas (dólares) a los importadores. Aparentemente el valor y la entrega de los dólares se fijaría según las necesidades del país (dólares más caros o no entrega de dólares, para las importaciones innecesarias o que competían con la producción nacional), sin embargo, como las entregas se hacían caso por caso, podía dar origen a arbitrariedades. Los dólares se entregarían prioritariamente para importar alimentos indispensables, materiales para la salud, maquinarias y repuestos, pero también podía usarse con un criterio político para beneficiar a los que adherían al régimen.
Con esta medida se pensaban obtener varios objetivos:
- Conseguir ingresos para el estado (que compraba los dólares que recibían los exportadores a un precio bajo y los vendía a los importadores a un precio mayor).
- Proteger a las industrias nacionales a través de la limitación a las importaciones y con un dólar a distintos valores según que se fuera a importar con él. Para el que iba a importar maquinas el dólar tenía un precio y para el que iba a importar productos que competían con los nacionales, el dólar iba a tener un precio mayor. Este sistema donde el dolar no tenía un único valor sino que dependía del uso que se le fuera a dar, se llamó sistema de cambios múltiples.
Revaluación de la moneda.- El gobierno emitió más billetes manteniendo la misma cantidad de oro en reserva sin devaluar el peso. Para esto se basó en el aumento del valor del oro frente a las monedas llamadas fuertes (como el dolar o la libra). El mayor valor del oro atesorado en el Banco República serviría de respaldo a la nueva emisión de billetes, o sea que con la misma cantidad de metal precioso se estaban haciendo más billetes. Por eso se habló de un “revalúo” de la moneda uruguaya. Esta particular forma de emitir billetes le valió al ministro de Hacienda, Cesar Charlone, el apodo popular de Fu Man Chú, recordando a un famoso mago chino.
Una parte considerable de ese dinero fue utilizado para favorecer a los ganaderos que se quejaban por que el estado les pagaba poco por los dólares que ellos ingresaban al país con las exportaciones de la ganadería. Otra parte fue destinada a pagar deudas del estado y sólo una mínima parte fue dirigida a favorecer a los sectores populares.
Desarrollo de la energía hidroeléctrica.- La electricidad en Uruguay se producía mediante centrales térmicas alimentadas con carbón o derivados de petróleo que se importaban. La energía eléctrica era la fuente energética preferida por los establecimientos industriales por lo cual se hacía necesario abaratar los costos.
Desde hacía varios años se estudiaba la posibilidad de construir represas en el río Uruguay y en el río Negro para obtener energía hidroeléctrica e incluso una misión alemana había estudiado este último río buscando los lugares favorables para su construcción. Terra tomó el asunto como prioridad. En 1934 se decidió la construcción de una represa sobre el Río Negro, se llamó a licitación y en 1937 se encargó la obra a una empresa alemana
La realización por parte de una empresa alemana no debe llamar la atención. Con el ascenso de Hitler al poder el 1933, Alemania se había lanzado a la conquista de nuevos mercados donde colocar su producción industrial y América Latina era un territorio propicio teniendo en cuenta que la crisis económica había disminuido los lazos con Inglaterra. Además el rápido éxito de la economía alemana bajo el nazismo seducía a los dirigentes políticos latinomaericanos y Uruguay no escapó a ese fenómeno. Figuras vinculadas al gobierno de Terra recibieron condecoraciones por parte de Hitler: el Ministro de Obras Públicas Martín Etchegoyen, el Ministro de Relaciones Exteriores José Espalter, el presidente de UTE Bernardo Kayel, entre otros.
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial la represa aún estaba en construcción y la obra fue terminada por la empresa norteamericana Westinghouse.
La producción de energía hidroeléctrica, junto con la refinación de petróleo por parte de ANCAP, redujeron los costos provocados por la importación de combustibles y favorecieron el crecimiento de la industria.
Creación de CONAPROLE.- A fines de la década del 20 y comienzos de la del 30, se crearon varias empresas dedicadas a la lechería. Hubo una gran competencia entre las empresas que se se dedicaban a procesar la leche (pasterización), así como un enfrentamiento entre los diversos sectores: tamberos, intermediarios y empresas procesadoras.Algunos sectores políticos reclamaban que el estado interviniera para terminar con el caos que es situación provocaba.
En 1935 el gobierno presentó un proyecto para racionalizar la comercialización de la leche, asegurando la higiene y controlando los precios. Se creaba una cooperativa, integrada por productores lecheros, la Cooperativa Nacional de Productores de Leche (CONAPROLE) que recibiría capital del estado y tendría algunos beneficios como el monopolio de la venta en Montevideo. Cualquier productor de leche del país podría ser socio de la cooperativa; su derecho a voto dentro de ella estaba en relación a la cantidad de leche que aportaba. Esto daba el dominio de CONAPROLE a los grandes productores que eran los que más cantidad de litros de leche aportaban.
CONAPROLE se instalaba con capital proporcionado por el estado, pero su dirección quedaba en manos de productores remitentes de leche. Esta mezcla de capital estatal y privado, donde el primero servía de soporte al segundo para luego apartarse y dejar la empresa en manos privadas, fue característico de un sector político como el terrismo que, aunque provenía del batllismo, no adoptó su estatismo y defendió al capital privado. Es además característico de la época de crisis, donde el estado intervino para “ordenar” la economía, no con la finalidad de socializar los medios de producción sino para encausar el capital privado. El ministro de Industrias, Augusto César Bado, lo expresaba así: “La intervención del estado debe manifestarse en forma tal que propicie e impulse la iniciativa privada, que la encauce y la dirija por el camino más favorable a su próspero desarrollo pero que no la sustituya...”
LA POLITICA SOCIAL DE TERRA
La crisis de 1929 había provocado desempleo y caída de los salarios. Esta situación generaba malestar social y descontento. El terrismo tomó medidas para enfrentar esta situación.
Para aumentar el empleo se recurrió también al estado: creación de obras públicas (como la represa hidroeléctrica sobre el Río Negro) e ingresos a la administración pública (el número de funcionarios públicos pasó de 33 mil en 1933 a 40 mil en 1937). Otro tipo de medidas continuó las ya establecidas por el criticado Consejo Nacional de Administración: fijación de precios de artículos de primera necesidad, subsidios a la carne, rebaja de alquileres. Para enfrentar los problemas de alimentación se establecieron comedores escolares. También se creó el Instituto Nacional de Viviendas Económicas (INVE), para aliviar la falta de viviendas construyendo aquellas que fueran de fácil acceso a los sectores populares.
Estas medidas de carácter popular fueron seguidas de otras de carácter represivo. Con el argumento de que el ingreso e extranjeros agravaba la desocupación, el gobierno de Terra restringió la inmigración; la verdadera razón era impedir el ingreso de inmigrantes “agitadores” de los países del centro y el este europeo, que escapaban al fascismo imperante en aquellos lugares. En 1934 se elaboró el Código Penal, basado en el código Rocco de la Italia fascista, que aumentó las penas y las conductas que se consideraban delictivas. Por ejemplo se establecía que era un delito “el abandono colectivo de funciones y servicios de necesidad pública” lo que restringía el derecho de huelga de los funcionarios públicos.
En 1936 Terra recibe la visita del presidente de EEUU
Franklin Roosevelt
Si bien a los trabajadores aparentemente se los beneficiaba con algunas medidas, con otras se los perjudicaba. Se aprobó la licencia anual jubilatoria, pero por otro lado se suprimieron 17 feriados. Además la licencia, por el momento, sólo se aplicaba a empleados de comercio y administrativos, por lo que, al suprimirse feriados, los obreros y los empleados públicos, trabajaban más días que antes.
Los trabajadores se encontraban indefensos ante los despidos y la inclusión de los nombres de los que organizaban sindicatos en “listas negras” hechas por los patrones y que les impedía encontrar trabajo. Había una clara intención de que los trabajadores pagaran el costo de la crisis.
A nivel educativo hubo intentos de intervenir en la Universidad y quitarle la autonomía. Tanto estudiantes como profesores hicieron frente a esos intentos y la iniciativa del gobierno no prosperó. Pero lo que si logró el régimen terrista fue separar a Enseñanza Secundaria de la Universidad (hasta ese momento formaban parte de un mismo organismo) y de esa manera la enseñanza secundaria perdió la autonomía que gozaba la enseñanza universitaria. Esta separación se estableció a través de una ley redactada por el Ministro de Instrucción Pública Martín Etchegoyen, hombre desconfianza de Herrera.
OPOSICION A TERRA
Amplios sectores de los partidos tradicionales (batllistas y nacionalistas independientes) y los dos partidos de izquierda (socialistas y comunistas) mantuvieron su oposición al gobierno de Terra, pero no lograron concertar una unión entre ellos.
Batllistas y nacionalistas independientes tenían como objetivo volver a la situación anterior el golpe de 1933; los sectores de izquierda querían reformas económicas y sociales de acuerdo a sus ideas. Esto hacía imposible llegar a una acuerdo. Pero tampoco había acuerdo entre los dos sectores de los partidos tradicionales que mantenían su apego a las divisas. También había discrepancias dentro de la izquierda. El P. Comunista propuso a los socialistas formar un Frente Popular (como se intentaba hacer en Europa para detener el avance del fascismo) pero estos no aceptaron.
A pesar de que la oposición aparecía dividida, los sectores gobernantes, terrismo y herrerismo, que dominaban el Parlamento dada la abstención de los otros sectores, aprobaron algunas leyes que impidiera la mejor organización de sus adversarios. En 1935 y 1939 se aprobaron leyes electorales que aseguraban mantener a cada una de las divisas tradicionales unidas (a pesar de las divisiones internas) y dificultaba la unión de los sectores de izquierda.
De acuerdo a estas leyes el lema (el partido) pertenecía al grupo mayoritario (el que tuviera más legisladores en las elecciones) asegurando a terristas y herreristas, cada uno en su partido, el uso del lema y administrar y disponer de los bienes partidarios (locales de comités, dinero, etc). Se impedía formar nuevos partidos con nombres semejantes a los ya existentes, lo que impedía a los batllistas votar fuera del P. Colorado usando el lema colorado o a los nacionalistas independientes votar fuera del P. Nacional usando este nombre. Si se formaba un partido nuevo para presentarse a las elecciones (por ejemplo el planteo de Frente Popular que había hecho el P. Comunista) no podía tener sub-lemas (varias listas) como si podían tener los partidos tradicionales. Esto dificultaba a los partidos no tradicionales unirse, ya que tenían que ir a las elecciones bajo una misma y única lista y no resultaba fácil formar esa lista.
A medida que los efectos de la crisis fueron pasando y al economía se fue recuperando, se fueron buscando caminos para salir del régimen. La conciencia cívica de muchos ciudadanos que no aceptaban al régimen de Terra, aunque este hubiera “legalizado” su dictadura con la constitución de 1934, y la reorganización de los sectores de la oposición, produjeron movilizaciones como las de julio de 1938, donde se produjo la manifestación más numerosa que hasta ese momento se había conocido en el país: 200 mil personas en un Montevideo que apenas llegaba al millón de habitantes.
En este aumento de la oposición también incidía el cambio que se estaba produciendo a nivel internacional: la agresividad de los regímenes fascistas europeos hizo que perdieran prestigio y que se mirara con más desconfianza a aquellos gobiernos que los imitaban.
Finalmente también favoreció a la oposición la propia división de los sectores que estaban en el gobierno. Terra perdió el apoyo de algunos de sus principales aliados dentro del Partido Colorado como Manini Ríos y Demichelli. También dentro del herrerismo hubo divisiones. En las elecciones de 1938, mientras la oposición volvió a abstenerse y no presentó listas de candidatos, los sectores que habían apoyado la dictadura fueron divididos. Los terristas presentaban dos candidatos a presidente: Alfredo Baldomir (cuñado de Terra) y Eduardo Blanco Acevedo (consuegro de Terra); los herrristas también presentaban dos candidatos: Juan José de Arteaga (apoyado por Herrera) y Justo M. Alonso (apoyado por algunos diputados que habían tomado distancia de Herrera). En esas elecciones por primera vez votaba la mujer.
El triunfo correspondió a Baldomir, quien se mostró dispuesto a modificar la situación política y se acercó a los batllistas y nacionalistas independientes. Esto llevaría a nuevos alineamientos políticos y al fin del terrismo.
“Alfredo Baldomir y el golpe bueno”
HISTORIA 3º AÑO de BACHILLERATO Ref. 2006
Profesor: Horacio Machín
HISTORIA 3º AÑO de BACHILLERATO Ref. 2006
Profesor: Horacio Machín
Discurso de asunción del mando del General Alfredo Baldomir, dirigiéndose al Presidente saliente, Gabriel Terra y al pueblo.
“Me siento henchido de satisfacción patriótica al admitir y reconocer que llego al poder por voluntad expresa y libérrima de la soberanía. Ha sido el reflejo directo y espontáneo de opinión pública el que me ha conferido el alto honor de sucederos en la Presidencia de la república…Comienzo con mis funciones con la serena convicción de que invisto un mandato popular.
Si ocupo la Presidencia de la República es porque la democracia lo ha decidido de esa forma.
Me complazco en reconocer que vuestra actitud ha sido razón primordial de trascendencia y contenido de los últimos comicios.
Habéis dicho que vuestra tesitura fue absoluta prescindencia en materia electoral, que no ungisteis candidatos oficiales, ni os inclináis hacia uno de lo que existían en juego.
Felicitemos con orgullo que el Uruguay haya alcanzado su madurez democrática. Pero prestemos oídos a sus justos reclamos, para actuaren el futuro de acuerdo con sus esperanzas…
Debemos a ese efecto obtener dos cosas: asegurar primeramente y contra todo evento las conquistas obtenidas. Y después terminar vuestra gran obra en este terreno, desterrando para siempre de la Administración pública a los fermentos anárquicos del caudillismo profesional.
Entre lo que se ha construido bajo vuestra égida figura, en primer plano, la nueva Constitución que nos rige, es una carta cuyos lineamientos generales se aproximan a la fórmula ideal para nuestro “modus vivendi”. El espíritu que se le ha infundido es de homogeneidad en lo ejecutivo, de nacionalización en sus servicios, de responsabilidad en el mando y de adaptación a nuestro modo de ser. Tiene suficiente agilidad como para corregir sus defectos. Defectos que indiscutiblemente posee y que ya han sido individualizados, como prueba inevitable de las circunstancias particulares en que fue dictada.
En esta hora en que nuevamente se habla de reformismos constitucional no tengo inconveniente en proclamar que yo a mí vez soy un partidario de tal revisión. Si nuestro Código encierra cláusulas que exigen corrección no debe condenarse al país a vivir eternamente encerrado en moldes impopulares y molestos.
Cuento con el concurso generoso y levantado del Partido Colorado, a cuyas filas me honro en pertenecer… Ese partido, cuya coordinación pareció peligrar, y que sin embargo ha sabido sobrellevar con entereza los azares del pleito comicial… surgiendo de él con la reincorporación del riverismo al tronco secular.
Cuento también con la noble colaboración del nacionalismo, tan estrechamente ligado al régimen de marzo, cuyos hombres de significación han de figurar entre mis mejores y más desinteresados colaboradores de gabinete.
Y cuento finalmente con el apoyo abierto y sin resistencias del pueblo, sin distinción de matices, credo, ni banderas.”
Tabaré Petronio. 2000. "Baldomir y el golpe bueno", Apuntes de Historia del Uruguay.
Tomo 10. pp.67-69. Ed. La República.
El golpe del Gral. Alfredo Baldomir
*Frega, Ana; Mónica Maronna; Yvette Trochon:
“Baldomir y la restauración democrática (1938-1946)”, EBO págs. 148-151
“Baldomir y la restauración democrática (1938-1946)”, EBO págs. 148-151
CONSIDERACIONES FINALES
El tramo comprendido entre 1938 y 1946, deriva necesariamente hacia un análisis de la forma en que se concretó el pasaje del autoritarismo terrista hacia la definitiva restauración democrática. Proceso de transición que, como se ha visto, contiene múltiples canales y tensiones.
Uno de los datos referenciales imprescindibles para enmarcar correctamente la transición, lo constituye la incidencia del acontecer internacional. En dos perspectivas: por la definitiva articulación del Uruguay a los derroteros marcados por EE.UU., y por la incidencia directa que esto tuvo en la transición política. Asimismo, la coyuntura internacional ofreció un importante estimulo económico traducido en un aumento de las exportaciones y un significativo crecimiento del sector industrial.
Para el Uruguay, el deslizamiento hacia la órbita de influencia norteamericana se completó en estos cruciales años. Pero la nueva metrópolis imponía condiciones diferentes y se mostraba restrictiva respecto a su política comercial. La implantación de rígidas políticas proteccionistas para su agricultura e industria, la llevó a abrir únicamente el mercado norteamericano a aquella producción no competitiva –como la tropical– impidiendo que las exportaciones fundamentales del Uruguay se acoplaran satisfactoriamente a los nuevos dictados de su imperialismo. Sin embargo, la bonanza coyuntural que la Segunda Guerra Mundial aportó a la economía del país, dejaba ocultos los graves problemas de la escasa complementación del mercado estadounidense –competidor en materia de carnes y lanas– con la producción básica uruguaya.
Presentará el país en el período estudiado, una imagen de prosperidad estructuralmente frágil– asentada en la demanda de productos pecuarios multiplicados por la guerra, en una industrialización de base sustitutiva y en la inyección de capitales extranjeros que buscaban un tranquilo refugio para su colocación. Sobre esta base se vivificaron los contenidos “benefactores” del Estado a través de una legislación social relevante, mecanismos de redistribución y expansión de las obras públicas. El papel del Estado se vio fortalecido tanto por la reanimación del intervencionismo en los aspectos económicos como del rol arbitral desplegado para limar los antagonismos más flagrantes de la sociedad.
La posición tomada por el gobierno uruguayo en materia internacional —fuertemente condicionada— se realizó en forma paulatina, derrumbando los obstáculos o rémoras supervivientes de etapas anteriores. De allí que el espectro en materia de política internacional en el tramo estudiado, se desplazó desde posiciones firmemente neutralistas hasta otras con un alto grado de condicionamiento a los objetivos requeridos por el gobierno de EE.UU.
Este camino de reconversión imperialista no se realizó sin ciertos enfrentamientos con algunos sectores políticos defensores a ultranza de la antigua situación. A su vez, en el plano de la política interna, las circunstancias internacionales jugaron un papel preponderante, desdibujando la correlación de fuerzas característica del terrismo.
La definición aliadófila del Presidente Baldomir, ambientó la reunificación colorada, acercó a gran parte del nacionalismo independiente y logró el apoyo del Partido Comunista. Por el contrario, el Partido Nacional liderado por Luis Alberto de Herrera, —defensor a ultranza de la neutralidad y receloso de la injerencia yanqui— fue desplazado de la posición preponderante que ocupaba en las esferas del gobierno. El golpe de Estado del 21 de febrero de 1942 ratificó el peso decisivo de EE.UU. y el alistamiento en la causa aliada. No en vano el canciller Alberto Guani, intérprete fiel de los dictados norteamericanos, fue el vicepresidente de la República desde 1943.
La transición en su aspecto político se fue vertebrando a lo largo de la presidencia de Baldomir. Si bien es posible reconocer en el golpe de Estado del 21 de febrero de 1942 un hito fundamental, el autocalifícado “golpe bueno” fue una opción política, donde detrás de las causas ocasionales que motivaron la disolución de las Cámaras, subyacía un conjunto de circunstancias que hicieron de este episodio la culminación de un largo proceso, donde se anudaron factores de diversa índole.
Esta opción fue preparada y consumada por el oficialismo baldomirista y las fuerzas políticas desplazadas en 1933. La Constitución de 1934 y la ley de lemas de ese año, habían asegurado el reparto de los cargos políticos y el control del aparato partidario a los grupos comprometidos con el golpe de marzo (herreristas y terristas). De esta forma se desplazó completamente al batllismo y al nacionalismo independiente que pasaron a constituir una firme oposición al régimen instaurado.
Se había operado una división en el seno de cada uno de los partidos mayoritarios, donde parecía esbozarse cierto peso del componente ideológico sobre la adhesión “afectivocromática”.
La conjunción opositora obtuvo su máximo grado de cohesión en el acto realizado en julio de 1938. Esta movilización puede ser considerada un “cruce de caminos”. Por un lado, una coincidencia en cuanto al rechazo de la Constitución de 1934, y por otro, diferencias respecto a la valoración del gobierno de Baldomir. Gran parte del nacionalismo independiente y el batllismo, se esforzaron en dejar constancia que la oposición no era hacia el gobierno sino respecto a los mecanismos del autoritarismo terrista que los había desplazado del poder. Se inició asi una constante aproximación hacia el primer mandatario, lo que le permitió a éste romper definitivamente con los residuos de la “alianza de marzo”.
El acercamiento del batllismo neto y del Partido Nacional Independiente, apenas insinuado en sus comienzos, se manifestó plenamente hacia 1939 y terminó con la coincidencia en la adhesión y justificación al golpe de Estado del 21 febrero de 1942. El protagonismo articulador de los partidos políticos tradicionales posibilitó y promovió el “golpe bueno”, constituyendo así un obstáculo a una salida que no tuviera su origen en acuerdos “palaciegos”.
La oposición mostró signos de debilidad que la inhibieron para concretar acciones conjuntas eficaces. A esto, se le sumaron las maniobras del oficialismo baldomirista que logró encauzar a los sectores tradicionales a su matriz original y frenar cualquier eventual empuje de acción conjunta. En este marco se inscribe la legislación electoral completada por estos años que, además de ser una herramienta para la transición política, aseguró el predominio del esquema partidario tradicional.
Entre los “partidos de izquierda”, tampoco fue posible un acuerdo perdurable, agravándose sus diferencias a partir de sus valoraciones sobre el golpe de 1942. Las fuerzas sociales reflejaban un relativo poder de movilización y la existencia de divisiones en el seno del movimiento sindical.
El hecho mismo de que la transición se hubiera dado desde el Poder Ejecutivo, con el apoyo tácito o explícito de una amplia gama de los partidos políticos, indicaba que no se habían operado cambios profundos. Se corría el riesgo, además, de limitar el proyecto de futuro a una restauración del pasado.
En 1933, el golpe de Estado había marcado un principio de diferenciación por encima de las divisas; en 1942, suponía el retomo al vínculo tradicional, donde los grandes partidos, unidos ante los comicios, albergaban sectores claramente diferenciados (aunque el Partido Nacional recién se unificaría totalmente en 1958, coincidentemente con su triunfo).
La reedición de la propuesta batllista, el intento de la burguesía nacional de lograr un modelo de desarrollo independiente, se enfrentaría a las mismas vallas que se habían interpuesto a su primer intento de aplicación, con el agravante de que los lazos de dependencia a fines de 1946 eran significativamente más profundos.
Desaparecidas las razones externas que permitieron aplicar una política de nivelación y equilibrio social, se evidenciaría, cada vez con mayor nitidez, el inevitable proceso de deterioro.
Uno de los datos referenciales imprescindibles para enmarcar correctamente la transición, lo constituye la incidencia del acontecer internacional. En dos perspectivas: por la definitiva articulación del Uruguay a los derroteros marcados por EE.UU., y por la incidencia directa que esto tuvo en la transición política. Asimismo, la coyuntura internacional ofreció un importante estimulo económico traducido en un aumento de las exportaciones y un significativo crecimiento del sector industrial.
Para el Uruguay, el deslizamiento hacia la órbita de influencia norteamericana se completó en estos cruciales años. Pero la nueva metrópolis imponía condiciones diferentes y se mostraba restrictiva respecto a su política comercial. La implantación de rígidas políticas proteccionistas para su agricultura e industria, la llevó a abrir únicamente el mercado norteamericano a aquella producción no competitiva –como la tropical– impidiendo que las exportaciones fundamentales del Uruguay se acoplaran satisfactoriamente a los nuevos dictados de su imperialismo. Sin embargo, la bonanza coyuntural que la Segunda Guerra Mundial aportó a la economía del país, dejaba ocultos los graves problemas de la escasa complementación del mercado estadounidense –competidor en materia de carnes y lanas– con la producción básica uruguaya.
Presentará el país en el período estudiado, una imagen de prosperidad estructuralmente frágil– asentada en la demanda de productos pecuarios multiplicados por la guerra, en una industrialización de base sustitutiva y en la inyección de capitales extranjeros que buscaban un tranquilo refugio para su colocación. Sobre esta base se vivificaron los contenidos “benefactores” del Estado a través de una legislación social relevante, mecanismos de redistribución y expansión de las obras públicas. El papel del Estado se vio fortalecido tanto por la reanimación del intervencionismo en los aspectos económicos como del rol arbitral desplegado para limar los antagonismos más flagrantes de la sociedad.
La posición tomada por el gobierno uruguayo en materia internacional —fuertemente condicionada— se realizó en forma paulatina, derrumbando los obstáculos o rémoras supervivientes de etapas anteriores. De allí que el espectro en materia de política internacional en el tramo estudiado, se desplazó desde posiciones firmemente neutralistas hasta otras con un alto grado de condicionamiento a los objetivos requeridos por el gobierno de EE.UU.
Este camino de reconversión imperialista no se realizó sin ciertos enfrentamientos con algunos sectores políticos defensores a ultranza de la antigua situación. A su vez, en el plano de la política interna, las circunstancias internacionales jugaron un papel preponderante, desdibujando la correlación de fuerzas característica del terrismo.
La definición aliadófila del Presidente Baldomir, ambientó la reunificación colorada, acercó a gran parte del nacionalismo independiente y logró el apoyo del Partido Comunista. Por el contrario, el Partido Nacional liderado por Luis Alberto de Herrera, —defensor a ultranza de la neutralidad y receloso de la injerencia yanqui— fue desplazado de la posición preponderante que ocupaba en las esferas del gobierno. El golpe de Estado del 21 de febrero de 1942 ratificó el peso decisivo de EE.UU. y el alistamiento en la causa aliada. No en vano el canciller Alberto Guani, intérprete fiel de los dictados norteamericanos, fue el vicepresidente de la República desde 1943.
La transición en su aspecto político se fue vertebrando a lo largo de la presidencia de Baldomir. Si bien es posible reconocer en el golpe de Estado del 21 de febrero de 1942 un hito fundamental, el autocalifícado “golpe bueno” fue una opción política, donde detrás de las causas ocasionales que motivaron la disolución de las Cámaras, subyacía un conjunto de circunstancias que hicieron de este episodio la culminación de un largo proceso, donde se anudaron factores de diversa índole.
Esta opción fue preparada y consumada por el oficialismo baldomirista y las fuerzas políticas desplazadas en 1933. La Constitución de 1934 y la ley de lemas de ese año, habían asegurado el reparto de los cargos políticos y el control del aparato partidario a los grupos comprometidos con el golpe de marzo (herreristas y terristas). De esta forma se desplazó completamente al batllismo y al nacionalismo independiente que pasaron a constituir una firme oposición al régimen instaurado.
Se había operado una división en el seno de cada uno de los partidos mayoritarios, donde parecía esbozarse cierto peso del componente ideológico sobre la adhesión “afectivocromática”.
La conjunción opositora obtuvo su máximo grado de cohesión en el acto realizado en julio de 1938. Esta movilización puede ser considerada un “cruce de caminos”. Por un lado, una coincidencia en cuanto al rechazo de la Constitución de 1934, y por otro, diferencias respecto a la valoración del gobierno de Baldomir. Gran parte del nacionalismo independiente y el batllismo, se esforzaron en dejar constancia que la oposición no era hacia el gobierno sino respecto a los mecanismos del autoritarismo terrista que los había desplazado del poder. Se inició asi una constante aproximación hacia el primer mandatario, lo que le permitió a éste romper definitivamente con los residuos de la “alianza de marzo”.
El acercamiento del batllismo neto y del Partido Nacional Independiente, apenas insinuado en sus comienzos, se manifestó plenamente hacia 1939 y terminó con la coincidencia en la adhesión y justificación al golpe de Estado del 21 febrero de 1942. El protagonismo articulador de los partidos políticos tradicionales posibilitó y promovió el “golpe bueno”, constituyendo así un obstáculo a una salida que no tuviera su origen en acuerdos “palaciegos”.
La oposición mostró signos de debilidad que la inhibieron para concretar acciones conjuntas eficaces. A esto, se le sumaron las maniobras del oficialismo baldomirista que logró encauzar a los sectores tradicionales a su matriz original y frenar cualquier eventual empuje de acción conjunta. En este marco se inscribe la legislación electoral completada por estos años que, además de ser una herramienta para la transición política, aseguró el predominio del esquema partidario tradicional.
Entre los “partidos de izquierda”, tampoco fue posible un acuerdo perdurable, agravándose sus diferencias a partir de sus valoraciones sobre el golpe de 1942. Las fuerzas sociales reflejaban un relativo poder de movilización y la existencia de divisiones en el seno del movimiento sindical.
El hecho mismo de que la transición se hubiera dado desde el Poder Ejecutivo, con el apoyo tácito o explícito de una amplia gama de los partidos políticos, indicaba que no se habían operado cambios profundos. Se corría el riesgo, además, de limitar el proyecto de futuro a una restauración del pasado.
En 1933, el golpe de Estado había marcado un principio de diferenciación por encima de las divisas; en 1942, suponía el retomo al vínculo tradicional, donde los grandes partidos, unidos ante los comicios, albergaban sectores claramente diferenciados (aunque el Partido Nacional recién se unificaría totalmente en 1958, coincidentemente con su triunfo).
La reedición de la propuesta batllista, el intento de la burguesía nacional de lograr un modelo de desarrollo independiente, se enfrentaría a las mismas vallas que se habían interpuesto a su primer intento de aplicación, con el agravante de que los lazos de dependencia a fines de 1946 eran significativamente más profundos.
Desaparecidas las razones externas que permitieron aplicar una política de nivelación y equilibrio social, se evidenciaría, cada vez con mayor nitidez, el inevitable proceso de deterioro.